Confesión.

No existen palabras suficientes para describir los procesos mentales que tengo activos, los recuerdos que evoco, los miedos que fabrico (pero, luego apaciguo). A veces, no puedo escribir sobre el alboroto que tengo en la cabeza; mucho menos, contarle a alguien que sucede, porque no sé por donde comenzar o no le encuentro lógica a mis pensamientos o emociones. Es cuando acudo a mí misma, establezco una conversación entre el consciente y el inconsciente, ambos echan las cartas a la mesa y se desnudan, preguntan y repreguntan hasta obtener respuestas o razones válidas que justifiquen mi existencia y felicidad aquí en la tierra. ¿Existirá el día en que todo esto acabe? En el que pueda vivir sin que me cueste esfuerzo, en el que sonría y no evalúe el porqué, en el que hablar no me sea difícil, y es que, sí, hablo mucho pero me concentro en lo que digo, analizo cada palabra que sale de mi boca.

Después del caos, viene la calma, me ha dicho mi lazarillo desde que todo comenzó, en un inicio se me hacía tan lejana la calma, hoy, ya está aquí, llegó cuando estaba a punto de tirar la toalla nuevamente y planear un suicidio, ¿suena a broma?, ¿a irracionalidad?, solo es la verdad...
He  estado trabajando en cada una de las piezas que conforman mi humanidad, he traído del pasado al presente momentos felices y tristes, intentado identificar cómo habían contribuido a la formación de mi personalidad y a reforzar cada una de mis creencias,

Esa labor nació a partir de una gran depresión (la clasificaron como depresión grave con episodios de ansiedad),  todo por lo que me había esforzado perdió sentido, no reía, solo lloraba y acumulaba culpas...eran rocas gigantes y pesadas encima de mi espalda, ya nada funcionaba, no había metas, ni sueños, el pasado y el presente se confundían con el futuro, mucha angustia y acumulación continua de miedo. Y todo eso se agravaba con mi insomnio, no dormir me sacaba de quicio, y sí dormía gracias a la medicación, despertaba triste o asustada, y me desesperaba aún más,

¿Depresión? ¡Es debilidad!, ¡es solo tristeza! dirán los ajenos a la materia. Para mí, la depresión significó vivir cuando no quería hacerlo, respirar cuando quería que mis fosas nasales se obstruyeran, despertar y lamentarme por un día más de vida. Ella no se cura con frases como "se fuerte", "tienes que esforzarte", a veces ni con medicación...el colapso fue parte de una mezcla de problemas bioquímicos, psicológicos y genéticos...¡todo se jodió! Incluso odié el día en que llegué al mundo, sí, claro, odié mi existencia. Otros efectos físicos y emocionales (que no he mencionado aquí) los guardaré conmigo, no me avergüenza todo lo que pasé, pero he comenzado a creer que no existe peor condición para un ser humano que un colapso nervioso, ese del que no puedes huir...porque batallas contra ti mismo, contra tu mente, ES UN VERDADERO INFIERNO.

Eso sí, o te hundes eternamente y recaes una y otra vez (se espera que la depresión sea recurrente en algunos pacientes) o sales a flote y no vuelves a caer. Yo tomé al toro por las astas y decidí cambiar de mi personalidad aquello que me provocó el desequilibrio mental, no podía ni puedo permitirme caer en la depresión nuevamente.  Ahora soy más consciente, respiro y exhalo tranquilidad, no temo llorar, tampoco reír a carcajadas; estoy convencida que decir lo que siento no me hace débil, todo lo contrario, me fortalece; eliminé mi inseguridad respecto a mi aspecto físico, y etc, etc, etc...me encontré conmigo misma. Padecí depresión, mas no quiero ser depresiva y por lo tanto, eso no me define ni me definirá; el capítulo de este colapso nervioso está por cerrarse y de él solo me quedará mucho aprendizaje.

Algo más...
*Depresión no es igual a tristeza ni a debilidad. De la tristeza te levantas por voluntad propia y el tiempo puede resultar la mejor medicina; el tiempo solo agrava la depresión sino se la trata; solo el apoyo de profesionales, la reflexión y la meditación te ayudarán a salir del hueco.