El eco de su risa rompe con la
tranquilidad del cuarto morado, una desbordante felicidad sale a través de la
ventana, ya no hay más lágrimas ni más lamentos. Cuando se pone de pie, pisa
uno a uno los recuerdos que aparecen, sonríe o suspira, según sea el caso, y los
bota en la memoria a corto plazo o en algún lugar de su inconsciente. Después
que la marea ha descendido una sensación de tranquilidad se asoma…hoy sonríe, sueña,
duerme, pero, sus ojos y brazos están más abiertos que nunca…es hora de retomar
el camino…está dispuesta a arriesgarse una vez más, en querer a un desconocido,
rodearlo de su calidez y alegría, de recorrer Lima con él sosteniendo su mano.
domingo, 24 de abril de 2016
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