Me rodeaste con tus brazos, suavemente me llevaste hacia tu pecho y me prometiste que pronto todo lo que me atormentaba pasaría. Y desde ese día no me dejaste sola ni un instante, fuiste tras mis pasos lánguidos, pendiente de mi sombra, atento a mis cortas sonrisas y jodidos lamentos.
Lamiste mis heridas cuando sangraban, bajaste el volumen de tu voz para que esta acariciara mis temores, tu hiperactividad la dejaste de lado, posaste tu atención en mí, en mi diminuta existencia; muchas veces, te armaste de valor para carajearme, aún cuando cualquier regaño me desarmaba.
Desde que partiste no he dejado de soñarte, de abrazar tu ausencia, de extrañar tu locura, a veces enumero mil formas para llegar hacia ti, pero nada es suficiente, porque aunque en algún momento volvamos a cruzar miradas, tú siempre estarás lejos de mi alcance, siempre...
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